DESDE JOVEN una de mis distracciones ha sido el deporte de la pesca.Lo practiquè desde niño y en mis horas libres acudìa al rio cercano a mi casa donde me pasaba algunas horas,esperando que las truchas entraran a cebo y poder pescar alguna.Me recuerdo de una maña,cuando contaba con una edad de unos doce años,acudì a un pozo conocido como "puzo das verzas¨" en el cual solìan existir buenos ejemplares de truchas,arco iris,las de las pintitas rojas.Empecè a lanzare el sedal al agua para ver de pesacar algunno de los peces,observando que lo tomaban como un juguete,hasta jugar con el cebo.Al hacerlo insistentemente,empezaron a abocar,hasta que conseguì pescar màs de una docena de truchas.Todo contento y llegada la hora de la comida, regresè a casa,con el ramillete de truchas que sobre un gancho de una rama de ameneiro,rozaban mis piernas,hasta el suelo por lo grandes que eran los ejemplares.
Observando la llegada mi hermano Benito.Con su màquina de cajòn me hizo la correspondiente fotografia, cuando el maestro del pueblo don Benito,que se hallaba presente en voz alta me decìa:Encontràchelas dormidas Pepiño.
Pero si esta ha sido una de las anedoctas de mis dìas de pesca.No menos ha sido otra de cuando era joven acudìa a pescar a un paraje conocido como Puzo do Prado,en el rio Beariz.
Hallando lanzando el sedal, de pronto sentì un ruido y que alguien corriendo sobre la campiña a pasos agigantados se acercaba al borde del rìo, en el cual yo me hallaba pescando.
De pronto observè un chapuzòn sobre las aguas, el que me hizo despertar la consiguiente curiosidad, cuando de cerca una joven mocita, despuès de haberse despojado de sus ropas, se habìa lanzado a las crsitalinas aguas,para dar frescura a su lindo cuerpo, que despuès de la faena de recogida de la hierba que estaba realizando el fuerte calor de una tarde julio,la obligo a tan necesario refrigerio, para sobre las aguas cristalinas refrescarse y lucir sus encantos, sin que se percatara que alguien desde cerca la estaba observando. Con aquel jabòn portugues del pasado de las pintas rojizas, el esbelto cuerpo de la bonita joven completò el reflejo del cauce de aquellas aguas pulcras y cristalinas de ese rio, que regò huertos y campiñas, diò placer al pescador y refrescò cuerpos cuando sus aguas eran cristalinas como los encantos de tan bonita moza, hoy bisabuela como yo. Cosas que han pasado.