FUE POR LOS AÑOS CUARENTA,cuando en la parada del auto de linea,que cubrìa la ruta de Orense hasta Beariz,descendìa del autocar,un señor acompañado de su hija,una jovencita madrileña de aire esbelto y señorito,como aquellas que antaño solìan pasearse por las calles de Madrid,de Cascorro a Chamberì,pasando por la Puerta de Alcalà.Con su tìtulo de maestra nacional,recien salida de la Escuela Normal, (asi se dnominaban tal clase de centros),le designaron como primer destino,una escuela del tèrmino de Beariz.
Solicitaron alojamiento en la fonda de mis padres que conocìan por referencias que les facilitaron.Ascendieron a la planta de la casa,donde mi madre les designò las correspondientes habitaciones.Era en el mès de septiembre,cuando las clases se iniciaban en las escuela de primarias y la joven maestra se disponìa a dar comienzo a la andadura de la docencia.Yo joven, tambièn a los pocos dìas deberìa iniciar el curso en Santiago,donde seguìa mis estudios.
Llegò la hora de la cena y en el comedor de tradiciòn de todos los años.Mi madre se dispuso servir a los huespedes recièn llegados,como a otros ya alojados desde atràs: Maestros.Ecargados de minas y tambièn algùn ingeniero.(Era la època floreciente de Beariz).
Al preguntar por el menù de la cena,mi madre le informò del contenido entre el cual figuraba:Filetes de ternera y tortilla de huevos del corral casero y patatas de la tierra.De pronto la maestra,rechazò de cuajo la tortilla,lo que a mi madre no le agradò y le recomendò que deseaba que la probara.Insistentemente no aceptò la oferta y se decantò por el filete con patas fritas para cenar,mientras su padre solicitaba la tortilla de preferencia.
Al depositar mi madre sobre el mantel,la tortilla que habìa cocinado para los comensales.La madrileña,olvidandose del castizo y la ignorancia,se decidiò a dirigir su tenedor sobre aquella tortilla que con su dorado sobre la blanca fuente,cautivò a la maestra recièn salida de la escuela,que por primera vez deberìan enseñar a los demàs,cuando ella no sabìa de tortillas,ni de guisos y menos del cocido gallego,especialidad de la casa,que durante el curso tuvo la oportunidad de saborear.
Como tambièn para mi se habìa impuesto el curso en Santiago,me ausentè del domicilio mientras aquella joven profesora,(antes maestra),se adaptaba a al sabor de las tortillas, que mi madre cocinaba con gran sabiduria y que los huespedes de la casa la preferìan para sus cenas.
Habìan pasado unos dìas y el menù de las cenas se disponìa segun las normas del estableciento para cada dìa. Aquella joven madrileña,nunca rechazaba lo dispuesto en la carta y la tortilla la que tanto rechazo le brindò, fuèn logrando un espacio en su exquisito paladar,para covertirse en una de sus preferencias culinarias.
Regresara yo de vacaciones cuando hallàndome en la cocina,se acercò a mi madre la joven profesora, que despuès de varios dìas viviendo a la gallega y saboreando tortilla, habìa cambiado su faz y su cutis, con los cocidos gallegos,los guisos y la tortilla de la señora Rosa.
Nos saludamos al otro estilo no al de ahora, (porque el beso era prohibido,yo un poco mas joven que ella). Ambos rebosantes de juventud y brillo en las mejillas, porque las calorias de las tortillas que administraba a su cuerpo, le habìan hecho cambiar, aunque le faltaran los aires del Guadarrama, que son los que hacen brillar las madrileñas. Preguntò a la cocinera por el menù de la cena, respondièndole mi madre que serìa caldo gallego y ragut de carne con patas, tomante y guisantes.
De pronto la joven maestra no dudò en solicitrle a la señora Rosa: ¿Y no puede hacer tortilla?. Mi madre haciendo uso de la amabilidad, que la caracterizaban le contestò, que para cumplirle el antojo no dudarìa en poner la sarten al fuego y complacerla.
Asi era quella madrileña, que desconociendo el sabor de la tortilla, impartio escuela a unos gallegos de una aldea de Beariz, donde existìan gallinas por corrales corredoiras, y huevos de los que ya actualmente carecemos por lo que tendràn que venir de afuera, como a aquella joven que dejando de lado zapatillas y sombrero y la Cibeles, arribò a la aldea de Galicia, para impartir enseñanza y dar gusto su paladar con el sabor de las tortillas de patatas y huevos de corral.
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