2 dic 2011

EL MENDIGO DE LA ESQUINA

ES BONITO vivir en la zona rural y cuando lo haces en un lugar maravilloso como es mi pueblo.mejor todavìa. Encambio no es conveniente perder el contacto con la gran urbe,porque si lo haces,corres el riesgo de deambular por la vida al margen de la sociedad.De esa sociedad que tanto ha cambiado en la ùltima veintena de años.Aunque que en la aldea la vida es semejante a la de antaño, màs monòtona y quizàs individual,hablando siempre con el vecino de al lado,o con el conocido que saludas en la panaderìa o en la tienda.Porque si vas a misa el domingo observas como todos andan de prisa y cada uno sigue su rumbo sin entretenerse,quedando solos unos pocos al "chus chus",que nadie los escuche.

  Cuando de joven has frecuentado la ciudad,luego de mayor te atrae recordar el ajetreo diario de esas agentes que caminan a desayunar a la cafeterìa,para irse al trabajo,los niños que acuden al colegio,algunos a tomarse un vinito en el bar de costumbre o simplemente leer el periòdico en el banco de la plaza,cuando todos caminan y ya muchos no pueden hacerlo tan de prisa como antes.Por lo cual el caminar se traduce en un paseo matinal que alguien està dispuesto a alegrarte,sin que entres a la cafeterìa.Porque el mendigo que se encoje de cuclillas,tocando el acordeòn,al piè de la pared,tambièn ha madrugado y el otro tocando la guitarra,ambos contribuyen a alegrarte la mañana, a ti y a cuantos pasan.Porque si uno lo hace con las cuerdas de tripa de gato de su guitarra, el otro lo hace con el teclado de su acordeòn interpretando hasta: El Valss de Straus "Sobre las olas",aunque haya gravado enteriormente tan bonita obra y que te la reproduce para hacerte revivir aquel día,cuando de joven bailabas.Como a mi me ha ocurrido determiada mañana,que con la mùsica de del valss que interpretaba el mendigo me hizo recordar mis años jòvenes,como añoranza del pasado. Una noche de los años cicuenta que acudì con un amigo mìo a bailar a la sala de fiestas,conocida como: El Sanatorio de Pepiño,ubicada en una calle de la ciudad olìvica.Aquel amigo buen bailador,recreò su elegancia y su maestrìa,luciendo el esbelto tipo mezclado con los pasos de la joven,que se ceñìa sobre su cuerpo,con la gracia y salero de tan bonia mujer.
  Y no todos te ofrecen un tango mañanero,para luego tenderte la palma de la mano en forma de cacillo para que le deposites tu òvolo.algunos te piden a secas ofreciendo una imagen de làstima.Tu los ves y claro arrancas del bolsillo unas moneditas de color amarillento o marròn y se las viertes en la cunca.

  Y como son varias las veces que viajo a la misma ciudad y claro està  se hace preciso abastecer la despensa, mi esposa me suelen encargar algunos artìculos para el complemento del menù diario,que los dos en amor y compañia solemos elaborar,segùn el apetito de cada cual. 

  En uno de estos establecimientos, a los que suelo acudir observo frecuentemente la presencia de un mendigo,que siempre con la misma vestimenta y la expresiòn de sus modales,pone en pràctica las habilidades de la indigencia,por ello cada uno que accede al centro comercial,  le desposita   la consiguiente dàdiva.Yo tambièn suelo hacerlo religiosamente:
  Hay que ayudar a los pobres,asì me decìa mi madre.Ya me saluda a lo lejos,porque somos asiduos los dos al mismo lugar,donde uno abastece la despensa y para el otro circulan los euros,sin tarjeta de los cuales alguien puede dejar algo de sus "calderillas".En la entrada: Antes o despuès;    pero algo siempre suele caer en el plato.
  Como el correr de las personas, asì    como el de la vida suele   hacer despertar   en uno cierta  curiosidad.
  Un dìa se me ha ocurrido preguntar a tal mendigo como le habìa resultado la mañana.Porque de tarde no trabaja.Me dijo que no habìa sido un buen dìa,solamente unos treinta Euros;pero el sàbado enterior se habìa llevado a casa algo màs de los cincuenta.
¿Y como no trabajas la jornada completa?. Le digo.Con eso me voy arreglando,porque        de tarde lo dedico a mìs labores en la huerta y con mis animalitos,         perros,gatos, gallinas.           Me responde.
  Entonces le pegunto:¿Donde es tu pueblo?.Algo lejos de aquì,una aldea.Si quiere venga a verme a mi casa cuando guste, serà bièn recibido solo por lo bien que usted se porta conmigo.Cualquier dìa lo harè. Le respondì.
 Efectivamente una tarde de regreso de la capital, acudì aquella aldea y me aproximè a las cercanìas de la casa,cuyas caracterìsticas el mendigo me habìa indicado.   Cual ha    sido la sorpresa  al ver que su vivienda    ofrecìa una imagen como las mejores del pueblo. Con su patio,    su huerta y sus  animalitos,  correteando por los alrededores.
  Pasò algùn tiempo y otra mañana que he vuelto a la ciudad. Ahì salta la sorpresa,   cuando ese dìa al caminar por el centro de la urbe a pleno medio dìa,observè al    "mendigo"       que habìa cambiado su puesto y se hallaba postrado en su manta en otra esquina sobre las baldosas de la acera, con sus caninos al lado, la perra madre y sus cuatro cachorritos,recièn nacidos.
  La curiosidad despertaba entre los que caminaban y varios viandantes se detenìan para observar      la imagen de tan simpàtica familia,mientras cada uno sacaba de su portamonedas los consiguientes centavos,que amablemente depositavan en la "cunca",que el mendigo utilizaba como "cepo" mientras los cachorritos saboreaban las tarrinas de comida  que su amo le habìa adquirio previamente en el super de al lado
    Si lo de pedir es un vicio:   Contra el vicio de pedir,hay la voluntad de no dar.  Pero aquì todo lo contrario.        ¡Porque manos que nos dais!..               ¿Que esperais?


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